La Enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo crónico más habitual, después de la Enfermedad de Alzheimer. Es poco frecuente antes de los 50 años, y su incidencia aumenta con la edad. Se estima una prevalencia de 1 a 2% en los mayores de 65 años.
Se trata de una enfermedad degenerativa progresiva del Sistema Nervioso Central, que afecta a las neuronas presentes en una región cerebral denominada sustancia negra. Las células allí presentes son las encargadas de la producción de dopamina, que es un neurotransmisor que ayuda a controlar los movimientos musculares. Como consecuencia de la disminución de este neurotransmisor, el síndrome clínico de la Enfermedad de Parkinson se caracteriza por trastornos del movimiento, principalmente temblor, rigidez y bradicinesia (lentitud en el movimiento). Se observan también disminución de la expresión facial, postura encorvada, marcha festinante (pasos progresivamente acortados y acelerados), y temblor de “pildorero” (o de cuenta monedas).
Es importante destacar que el síndrome mencionado se conoce con el nombre de parkinsonismo. Síndrome se define como el conjunto de síntomas característicos de una enfermedad, un mismo síndrome puede presentarse en diversas enfermedades con distintas causas. En el caso del parkinsonismo, puede deberse a otras enfermedades que afectan a las neuronas productoras de dopamina, así como a fármacos que afectan a este sistema. Es por ello que para el diagnóstico de Enfermedad de Parkinson debe estar presente, además de los síntomas mencionados (temblor, rigidez y bradicinesia), la respuesta al tratamiento con levodopa (el precursor inmediato de la dopamina), habiendo descartado un origen tóxico o infeccioso.
Se acepta hoy en día que la enfermedad es causada por múltiples factores, y que influyen tanto factores genéticos como ambientales. Hay trabajos que relacionan el Parkinson con algunos pesticidas. En su origen y desarrollo es fundamental el estrés oxidativo, que a través de una excesiva producción de radicales libres provoca un envejecimiento prematuro y propicia la muerte neuronal.
La gravedad de los síntomas es proporcional a la deficiencia de dopamina, la cual puede corregirse, al menos en parte, mediante el tratamiento sustitutivo con levodopa. Sin embargo, el tratamiento no revierte los cambios celulares ni detiene la progresión de la enfermedad. Al inicio frecuentemente el tratamiento farmacológico es extremadamente eficaz en el alivio de los síntomas; pero con la progresión de la enfermedad tiende a ser menos eficaz y los síntomas se hacen más difíciles de tratar.